No amo a mis amigos ni con el corazón ni con la mente. Por si el corazón dejara de latir, o mi mente me fallara y te pudiera olvidar. Los amo con el alma. El alma no deja de ser, tampoco olvida. Rumi. ¿No os parece precioso?...
Era un ser sensible, demasiado diría yo, quizá una
persona que no supo superar un
trauma que le marcó , y a raíz de eso se
ocultó bajo una coraza impenetrable. Conforme iba creciendo, iba capeando el
temporal y se aferró a un acto reflejo de supervivencia, de autodefensa… y se
le cerró el corazón en este mundo
competitivo en el que lo que contaba era estar por encima del bien y del mal siempre. Creía y sentía que
vivía dentro de un mundo hostil en el que la máxima era “sálvese quien pueda” y que además, era salir a la calle y se topaba
de bruces con toda clase de “enemigos” que iban a por él, si no en el trabajo,
en el trayecto, o si no aparecía aquel amigo al que se le cruzaban los cables y arremetía
contra él movido por los celos, la rabia, la ira o qué se yo. Así que cuando sentía
dentelladas en su alma se defendía con la misma rabia o más que la recibida.
Se volvió una persona
desconfiada, siempre a la defensiva, una
persona fría, encerrada en un sinfín de capas y capas, como dije para no
sentirse vulnerable.
Un día comenzó a intoxicarse, ya que su mente generó un
efecto bumerang y cada vez que actuaba devolviendo cada ofensa se encontraba
peor y peor tanto física como emocionalmente. Poco a poco, aunque le costó lo
suyo, fue cambiando su punto de vista y su actitud movido por una fuerza interior
que le decía: - Ahora estás recibiendo una ofensa… , ¿y si en vez de devolver todo el
daño que te están causando, respiras, sonríes , intentas mantenerte tranquilo y sigues tu camino?... Así lo hizo,
y al principio sentía mucha rabia y dolor preguntándose por qué tenía que soportar todo aquello tan injusto para él. Echó muchas lágrimas pues no comprendía, pero
tampoco quería caer en el papel de víctima y buscó en sí mismo el motivo por el que vivía esas
situaciones.
Llegó un momento en que todo aquello transmutó, se
volvió paz, humildad
y tranquilidad. Se hizo la luz en él, el veneno del cuerpo del dolor
sanado abrió la puerta de la comprensión y vio, ya que entendió que todas las reacciones de defensa están
cargadas de una gran insatisfacción personal, de gran dolor y trauma emocional
que estalla a la mínima de cambio. Pero lo más grave es que suele estallar hacia dentro de uno mismo. Y se vio
en ese mismo espejo cuando él reaccionaba
del mismo modo con todo aquel que le ofendía. Si el enfado que tenemos o ese
arrebato no se lleva a la conciencia no
tiene adónde ir y se vuelve contra
nosotros mismos o inconscientemente se
convierte en un ataque inapropiado hacia
los demás.
Ahora piensa; cuando alguien te lastime, trata de comprender
qué emoción está sintiendo él y por qué situación puede estar pasando, porque
muchas veces su dolor es tan grande que no
puede con él. Así que en lugar de devolverle el daño, trata de sentir amor,
porque en verdad vive un calvario que se
disfraza dentro de su cuerpo del dolor de mil formas distintas.
Cuando tu ego esté tranquilo
y en paz con todo entenderás esto y actuarás de este modo; sin devolver el
daño, y verás cómo tarde o temprano se logra un milagro en ti y en la otra
persona, porque tu actitud le sorprenderá de forma inesperada.
©Luhema
Cada vez que una persona te hace sentir mal, ten la certeza de que bien puede haber una herida profunda y escondida en su alma, o bien, esa herida sangrante esté en la tuya.
La próxima vez que te encuentres con esa misma persona cambia tu forma de verla, de sentirla, y que los pensamientos de amor llenen todo el espacio incluido el tuyo, sin ninguna obstrucción, sin condiciones, sin enemistad, quizá puedas descubrir donde se encuentra la herida que hay que sanar.
©LUHEMA
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