No amo a mis amigos ni con el corazón ni con la mente. Por si el corazón dejara de latir, o mi mente me fallara y te pudiera olvidar. Los amo con el alma. El alma no deja de ser, tampoco olvida. Rumi. ¿No os parece precioso?...
Todos en alguna ocasión nos hemos sentido vulnerables. Hasta
el que aparenta ser más fuerte que nadie, tiene un punto de fragilidad que
intenta disimular y esconder tras diferentes actitudes o comportamientos.
Pero…, no te preocupes, ser vulnerable no es algo que va
contra natura. ¡Piénsalo!...
Sin ir más lejos,
nuestro cuerpo es vulnerable a las agresiones climáticas, a los tóxicos, al paso del tiempo,
a las emociones no asimiladas…
Sé que sentirse vulnerable no es plato de buen gusto y menos
en esta sociedad tan competitiva, porque nos hace entrar en un estadio de
indefensión, de fragilidad, de
inferioridad, de suspiros del alma… O
eso creemos.
Cuando a uno le fallan las fuerzas, está abatido y, siente que
hasta el roce de la brisa le lástima. Pero una cosa importante. Ser vulnerable
no significa ser débil.
Cuando uno
acepta ese momento de vulnerabilidad no se avergüenza de ella, no oculta nada, entiende, se convierte en sabio pues el ego se aparta y puede compartir sin escusas o sin reproches que está en un
momento bajo por alguna razón.
La mayoría de personas intentan disimular su vulnerabilidad
bajo muchos disfraces, pero todos somos
vulnerables.
La vulnerabilidad es ligera, esconderla supondrá acarrear
con una coraza pesada que te debilitará el alma, porque no siempre somos
felices, porque no siempre podemos
disimular cómo estamos por dentro, porque no siempre se está de buen humor,
porque ciertos comentarios hacen daño, porque quizá, quieres a personas que no te
corresponden del mismo modo.
Si escondes tu vulnerabilidad estás esquivando
poner solución a tus conflictos internos. No te avergüences de ser vulnerable,
es un estado pasajero.
©Luhema
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