No amo a mis amigos ni con el corazón ni con la mente. Por si el corazón dejara de latir, o mi mente me fallara y te pudiera olvidar. Los amo con el alma. El alma no deja de ser, tampoco olvida. Rumi. ¿No os parece precioso?...
Suele ocurrir que cuando uno se aparta, se distrae de sí mismo, la vida le pone en alerta de un modo u otro. Si por nuestra insistencia racional hacemos caso omiso a estas señales que la vida va colocando a nuestro paso, indudablemente será nuestro cuerpo físico el que nos dé el toque de atención más evidente y, entonces surge la enfermedad anímica o del alma como previo aviso de que algo no anda bien.
Estos estados anímicos, como es el desaliento, la apatía, el desencanto, la desilusión, la tristeza desmedida y la depresión crean desgarros en el aura por los que se escapa nuestra vitalidad y entusiasmo, y “ojo” se pueden volver nuestros compañeros inseparables. Por eso es importante cuando alguien está en ese estado de tristeza del alma, no distraerle con banalidades superfluas, sino ayudarle a que profundice para que descubra dónde está el origen de todo y pueda con ello adquirir consciencia de su problema. Es desde ahí, y no desde otro lugar que uno comenzará a sanarse.
Puede resultar duro, lo es, pero la dureza, la introspección y las lágrimas de la evidencia, limpian y cicatrizan la herida en el alma.
Estos estados anímicos, como es el desaliento, la apatía, el desencanto, la desilusión, la tristeza desmedida y la depresión crean desgarros en el aura por los que se escapa nuestra vitalidad y entusiasmo, y “ojo” se pueden volver nuestros compañeros inseparables. Por eso es importante cuando alguien está en ese estado de tristeza del alma, no distraerle con banalidades superfluas, sino ayudarle a que profundice para que descubra dónde está el origen de todo y pueda con ello adquirir consciencia de su problema. Es desde ahí, y no desde otro lugar que uno comenzará a sanarse.
Puede resultar duro, lo es, pero la dureza, la introspección y las lágrimas de la evidencia, limpian y cicatrizan la herida en el alma.
©LUHEMA
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