No amo a mis amigos ni con el corazón ni con la mente. Por si el corazón dejara de latir, o mi mente me fallara y te pudiera olvidar. Los amo con el alma. El alma no deja de ser, tampoco olvida. Rumi. ¿No os parece precioso?...
Igual que mantenemos nuestro cuerpo físico limpio de impurezas y cumplimos con nuestro aseo diario, también tendríamos que hacer limpieza de los residuos emocionales que a lo largo del día tenemos de forma que, de ellos extrajéramos el aprendizaje que llevaban implícito, desechando el drama y el victimismo en el que se enredan ciertas vibraciones.
Sentir y sanar las emociones tiene que formar parte de nuestra vida diaria, pero para hacerlo no es necesario estar continuamente diciendo o contaminado con nuestros problemas y juicios de valor a otras personas, pero sí que tenemos que asumir interiormente lo que sentimos hasta el punto de ver qué se esconde tras esa emoción que nos invade persistentemente.
Reprimir los sentimientos, negarlos, darles la espalda, no es positivo, se almacenan en nuestra psique y allí sigilosamente van alimentándose de todo lo que no expresamos, por eso es necesario para el proceso de sanación dejar salir nuestro enfado, nuestra ira, nuestra tristeza, de modo que sintamos el desahogo necesario , (sin que esto claro está, suponga un mal irremediable para el que tenemos al lado) para darnos cuenta de nuestra sombra, así cuando nos vuelva a atenazar una emoción densa saber lo que hacer o por lo menos comenzar a conocernos y conocer nuestros límites.
Te propongo un ejercicio muy útil que me enseñaron unas personas sabias.- Hagamos como hacen los chamanes cuando sale el arcoíris. Tomemos nuestras emociones y despleguémoslas a la luz y a los colores del saludo de la lluvia, para transmutar dolor en amor. (Y si no hay arcoíris lo inventas, porque todo está en el poder de tu mente)
© Luhema
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