No amo a mis amigos ni con el corazón ni con la mente. Por si el corazón dejara de latir, o mi mente me fallara y te pudiera olvidar. Los amo con el alma. El alma no deja de ser, tampoco olvida. Rumi. ¿No os parece precioso?...
LA MECEDORA
Recuerdo una vieja mecedora que había en casa, y quiero contaros algo sobre eso. Veréis, siempre he tenido animadversión a esta silla- movible a la vez que atracción. Había momentos del día que cuando la veía me daba un poquito de miedo, ya que imaginaba a una vieja anciana meciéndose, o incluso que comenzaba a moverse sola, y la verdad, me entraban escalofríos. Creo que esta imagen de la mecedora moviéndose sola, está en la mente de todos como un influjo del inconsciente colectivo y del miedo al mundo de lo insondable y no visible. Siempre que veo una mecedora vacía, incluso ahora, veo la misma imagen arquetípica, pero ahora es distinto, entiendo el porqué.
El movimiento del avance y del retroceso tiene mucho que ver con los ciclos de vida/muerte/ vida, con la inhalación y la exhalación, con lo joven y lo viejo, con lo caduco y lo renovado, es el balanceo de la polaridad, y de eso sabe mucho la amada vieja madre, la anciana, la curandera, la chamán. Nuestra impaciencia de joven, nuestra pérdida de concentración se recupera únicamente cuando decidimos sentarnos en el balanceo de la vida y el arquetipo de lo viejo y lo nuevo se mece para renovarse, para adquirir de nuevo la voz, el ritmo, la imaginación, la clarividencia, los antiguos recuerdos, la ensoñación. De ahí que cuando veía la mecedora, veía a esa anciana que sosegadamente seguía meciéndose en la psique de mi mente, renovando sus energías.
Pero como dije, en casa teníamos una preciosa y redondeada mecedora con el respaldo de rafia en la que me encantaba sentarme y mecerme. Primero tenía miedo de caer de espaldas, pero cuando ya le había cogido el gusto y veía que no pasaba nada, entonces era cuando comenzaba a disfrutar del movimiento y, cada vez quería que fuera más y más intenso el balanceo de aquella mecedora de vieja pero resistente madera.
Y ahora que hago memoria, recuerdo que aquella mecedora únicamente me atraía cuando me sentía hiperactiva y no podía más. Curioso, pero aquél era el remedio más natural al que inconscientemente acudía para recuperar la energía que se me escapaba por querer jugar a tantas cosas a la vez. ¡La mecedora es un anti-estresante, lo descubrí!
Ahora sé que sentarse, acunarse, mecerse, aquieta ese inconsciente y hace que se respire correctamente para volver a recuperar las ideas, la concentración, el entusiasmo, la paz, el orden y la renovación de la energía.
– Muchas veces hasta me quedaba dormida del mismo vaivén. La mecedora siempre ha sido genial para dormir a los bebés, para darles el pecho, para cantarles nanas y tranquilizarlos.
El movimiento balanceado desbloquea la mente y así nos dejamos llevar por la suave ondulación que amplia nuestra visión de la ensoñación y nos hace estar tranquilos a la espera de la calmada fuente de vida que nos vivifica y conecta con el movimiento universal.
LUHEMA
Comentarios
Publicar un comentario