No amo a mis amigos ni con el corazón ni con la mente. Por si el corazón dejara de latir, o mi mente me fallara y te pudiera olvidar. Los amo con el alma. El alma no deja de ser, tampoco olvida. Rumi. ¿No os parece precioso?...
The Colossus of Memnon, (1857) de Jean-Léon Gérôme. Óleo sobre tela.
¿Os cuento una historia preciosa? Según los arqueólogos, estos Colosos sentados en sus tronos rituales precedían el Templo funerario de Amenofis III y aquí podemos ver su testimonio. Medirán aproximadamente dieciocho metros y quizá con sus coronas y atuendos algún metro más.
Pues bien, hubo músicos de Grecia que peregrinaban hasta Tebas, para poder captar los siete sonidos primordiales que, al amanecer, uno de los colosos emitía claramente. En la época romana se hablaba de una nota en concreto, correspondiente al, fa, de nuestra escala musical.
Las restauraciones del Emperador Septimio Severo, en el año 199, enmudecieron para siempre al Coloso que emitía ese sonido, situado al Norte.
Uno de los tantos exploradores del siglo XIX aseguró en una tertulia científica de Londres que él había oído de nuevo esa nota musical.
La ciencia oficial explica este fenómeno atribuyéndolo a alguna expansión de la roca al calentarse ante el primer rayo de Sol, tras los fríos de la noche en el desierto.
Lo cierto es que es muy romántico creer que el enigma sigue en pie, como los dos colosales monumentos.
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