No amo a mis amigos ni con el corazón ni con la mente. Por si el corazón dejara de latir, o mi mente me fallara y te pudiera olvidar. Los amo con el alma. El alma no deja de ser, tampoco olvida. Rumi. ¿No os parece precioso?...
Somos afortunados al tener una familia y poder compartir con ella nuestras penas y alegrías y lo hemos podido comprobar durante estos días festivos en los que normalmente las familias se reúnen. Pero salvando las diferencias de los pequeños roces de caracteres, es en la familia dónde existe el mejor caldo de cultivo para afinar nuestra personalidad, para trabajar las emociones y para saber si tú eres libre, sigues el rol asignado o el que crees que debes, o eres tú mismo con todas las consecuencias que ello implica.
La familia, estas reuniones familiares, desbocan nuestras emociones, y muchas veces nuestras reacciones negativas salen disparadas como vapor de una olla exprés, tal vez porque llevamos mucho tiempo callados aguantando comentarios o estupideces, tal vez porque muy en el fondo padecimos una herida emocional que nos marcó, sufrimos algún agravio que no supimos gestionar o solucionar a su debido tiempo y se ha ido enquistando o nos sentimos utilizados o ignorados.
En el fondo, nuestra reacción adversa siempre es por un inconformismo, porque no estamos a gusto ni con lo que somos, ni con lo que nos rodea. Es muy curioso pero en todas reuniones siempre está el que pasa desapercibido pero se entera de todo, el gracioso, el despistado, el que habla por los codos, el que lo sabe todo, el que está tonto, el que es un despreocupado, el que no se entera de la película, el que cree que es mejor, el líder…, todo está etiquetado perfectamente, todos cumplen su papel como si se tratara de una obra teatral, y si comparamos, bien puede ser nuestra vida como una tragicomedia representada en el mejor escenario, la vida. Ahora bien, pongámonos en el punto de mira del observador, salgamos de la escena por un momento, ¿Qué percibes…? ¿Cómo te ves tú?, ¿qué dirías si vieras el fondo de cada uno de ellos o más bien, qué no harías, que no dirías si pudieras saber cuál es el final de la obra?
Como se suele decir; "vemos antes la paja en el ojo ajeno que la viga en el nuestro". Así que sea por lo que sea que se disparen las emociones densas, ya te digo que la familia es lo mejor que nos puede suceder para aprender, para demostrar el amor, el enfado y cualquier otra emoción. La familia es nuestra clase particular en la que a final de cuentas y si reina el amor está todo perdonado.
La familia es el mejor de nuestros maestros. Muchas veces, por no decir la mayoría de las veces, la familia parece estar en complot con tu alma y te muestra aquello que tienes que trabajarte interiormente, te guste o no.
Cedamos por un momento, bajemos el orgullo, abracemos la humildad y veamos qué hay tras la familia… Todo es cíclico…, observemos, silenciémonos, escuchemos… Seguro que merece la pena.
CELEBRA EL AMOR DE TU FAMILIA
SON LOS MAESTROS MÁS CERCANOS. CADA UNO CUMPLE SU PAPEL A LA PERFECCIÓN. ABRE TU CORAZÓN Y MIRA A TRAVES DE TU LINAJE, VERÁS TODO LO QUE ALLÍ SE ENCUENTRA, CADA PERSONA DE TU FAMILIA ES UN GRAN REGALO PARA TI.
PUEDE QUE NO TE AGRADE SU FORMA DE SER, SU CARÁCTER, PUEDE QUE TENGAS QUE DISTANCIARTE, PERO TODO ESTÁ ORQUESTADO PARA QUE AL FINAL SEAS TÚ MISMO EN ESENCIA.
¿Y SABES DE QUÉ ESTÁ HECHA LA ESENCIA?- DATE TÚ MISMO LA RESPUESTA.
YO AMO PROFUNDAMENTE A MI FAMILIA, CON SUS DEFECTOS, CON SUS VIRTUDES, RECONOZCO EL SER SAGRADO QUE HABITA EN CADA UNO DE ELLOS.
SIEMPRE FORMARÁN PARTE DE MÍ.
©LUHEMA
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