El aroma de los libros… Hoy, cuando entré en mi despacho, encontré que el ambiente olía a flores y almendras, como si allí hubiese estado toda la noche una persona que perfumada de vainilla y mil flores dejó su rastro. Pero también se dibujó en mi mente la fascinación envolvente de la lectura, y es que, no sé si sabíais que los libros despiden un aroma particular. Seguro que si eres amante de ellos te gusta el olor a imprenta que desprenden cuando recién los hojeas. No obstante, son los libros con solera, los más antiguos, los que liberan moléculas aromáticas como el benzaldehído que su esencia se asemeja a las almendras y la vainillina que huele a vainilla. El etilbenceno y el touleno, que le dan un toque dulce, o el 2-etil hexanol de aroma ligeramente floral. Si las páginas de un libro son de algodón o de lino, el aroma surge del furfural que también huele a almendras dulces. Es a habitual ver en librerías antiguas libros cuyas hojas están amarillentas, esto es debido al paso d...
¿Por qué nos cuesta tanto aceptar los cambios?
Sí, nos cuesta, y decir lo contrario es muchas veces no hacer honor a la verdad. Y es que no nos gustan los cambios y menos si son imprevistos, o nos causan incertidumbre, porque todo cambio supone una pérdida. El ser humano normalmente se acomoda a una situación, laboral, social y tan solo la idea de que pueda cambiar algo nos horroriza y crea ansiedad. Toda esta disyuntiva es debida a la separación del hombre con el entorno; con la naturaleza y hasta con el propio ser humano. Constantemente nos olvidamos que todo tiene sus ciclos (nacimiento, desarrollo, y muerte) que nuestras células también cambian.
Nos cuesta tanto desprendernos de lo que nos es habitual que cargamos un mundo sobre nuestras espaldas por miedo a perder, por miedo a no tener. Y es que nada podemos hacer para detenerlos. El filósofo griego Heráclito lo expresó en una imagen genial hace cientos de años: “Nadie se baña dos veces en el mismo río”. Cuando alguien regresa a un mismo cauce, las aguas no son las mismas ni tampoco ese alguien es aquel que fue. El cambio es inevitable e imparable. Todos los intentos de detenerlo, retrasarlo o anularlo son estériles. Es una pelea que debemos abandonar (pues está perdida).
Perder, dejar atrás, cambiar, es doloroso… Pero también puede ser liberador. Esta es la maravilla del cambio: que nos entrega un universo de posibilidades.
“Los árboles meditan en invierno, gracias a ello florecen en primavera, dan sombra y frutos en verano, y se despojan de lo superfluo en otoño”
Proverbio Zen.
©Luhema
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