No amo a mis amigos ni con el corazón ni con la mente. Por si el corazón dejara de latir, o mi mente me fallara y te pudiera olvidar. Los amo con el alma. El alma no deja de ser, tampoco olvida. Rumi. ¿No os parece precioso?...
( Atardeder en el Nilo, en mi viaje a Egipto, Luhema)
Uno de los lugares del planeta en el que el dios del Sol, RA,
símbolo de la luz solar cobra todo su significado.
LA PUERTA DE LOS HOMBRES. EL SOLSTICIO DE VERANO
El solsticio de verano es una de las fechas más importantes para la mayoría de los pueblos de la antigüedad, en especial para todos los del mar mediterráneo. En su celebración confluyen tradiciones célticas y romanas, paganas, cristianas y laicas, rurales, marineras y urbanas, ancestrales y contemporáneas. El fuego, el agua y las plantas se convierten en aliados de los deseos más ocultos.
Según los antiguos griegos, los solsticios eran “puertas” que se abrían para dar paso a la comitiva solar en su movimiento a lo largo del año, de hecho el año griego comenzaba el día del solsticio de verano del 21 al 22 de junio, en el hemisferio norte del planeta.
En esta ocasión y de nuevo el día 21 de junio se abrirá “una puerta imaginaria” , y que según las antiguas civilizaciones es llamada “La Puerta de los Hombres”. Ésta se abre para que el espíritu del hombre se fusione con su Sol interno para asimilar y aprender de las experiencias vividas”
En la antigüedad los solsticios eran llamados “puertas” en muchas culturas, así el de verano, cuando el sol llega a su punto álgido para empezar su curso descendente era conocido como “La Puerta de los Hombres” y el solsticio invernal como “La Puerta de los Dioses”, por su ciclo ascendente.
Estas puertas estacionales, como los cambios lunares estaban ligadas a los ritos de tránsito y evolución de la humanidad.
Los antiguos mitos griegos, hindúes, pitagóricos, consideraban que cada estación daba acceso a un determinado grupo de energías que en el caso del solsticio de verano se derramaban al abrir al universo la citada “Puerta de los Hombres”.
Por esta puerta se nace al cosmos. Es una puerta descendente que nos conduce a la caverna cósmica (lugar de manifestación del Ser), mostrándonos la entrada a la verdad individual que según el simbolismo masónico es el origen del trabajo iniciático que sucede en un tránsito desde la “Puerta de los Hombres” hasta la “Puerta de los Dioses” (solsticio vernal).
La caverna cósmica representa el mundo interior de cada individuo, donde los diferentes estados o grados de la existencia universal y la sabiduría de los “antepasados” se replegó cuando el conocimiento empezó a ser manipulado sólo por unas minorías.
La realidad del Universo, su aspecto de espejo con el fundamental principio de analogía “como es arriba es abajo” permaneció oculto y protegido en el interior de cada ser, y el descenso a la oscuridad interior (a semejanza del trayecto solar con su energía de fuego primordial) se convierte en el camino verdadero hacia la “Puerta de los Dioses” donde se efectúa el ascenso de los seres en vías de liberación. Este reconocimiento interior del origen y de las facultades de los hombres que se han mantenido invisibles o no perceptibles a los cinco sentidos, es de vital importancia para el cambio evolutivo a la Nueva Manifestación del Ser Humano.
Solo accediendo a la sabiduría que reside en nuestro interior podemos llegar a comprender y a manifestar nuestro estado verdadero de co-creadores universales, y sólo reconociendo el micro-cosmos individual llegaremos a advertir la realidad Supracósmica donde ninguna ley condiciona el espacio-tiempo.
Este solsticio es una iniciación a los misterios del ser humano. Un delineamiento que muestra la realidad relativa de aquello que encarnamos para abrir la Nueva Visión a lo que escapa al mundo de la materia, donde la realidad es Absoluta.
“Hombre conócete a ti mismo y conocerás al Universo”.
Este solsticio es el principio de un viaje preparatorio hacia la “Puerta de los Dioses”
“La Puerta de los Hombres” abre una brecha en el tiempo hacia el origen, donde la auténtica visión no conoce límites.
© Luhema
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