No amo a mis amigos ni con el corazón ni con la mente. Por si el corazón dejara de latir, o mi mente me fallara y te pudiera olvidar. Los amo con el alma. El alma no deja de ser, tampoco olvida. Rumi. ¿No os parece precioso?...
Sonó el despertador a las cinco de la mañana, pero mis ojos llevaban un buen rato mirando hacia el visillo de la ventana de la habitación, visillo que velaba uno de los lugares más maravillosos, extraño y misterioso de todo el planeta. Ese jueves 26 de diciembre de 2019 me levanté sin rechistar de la cama, lo cierto es que no pegué ojo pensando en el reencuentro. Todavía era noche cerrada pero tras ir a almorzar y regresar a la habitación ya pude divisar la majestuosidad, que como si se tratara de un cuadro, se enmarcaba desde la ventana de mi habitación del hotel «Le Meridien Pyramids».
Me puse en marcha, había que estar allí enfrente, en la meseta de Giza, para conseguir una de las cien entradas especiales para acceder al interior de «La Gran Pirámide de Keops», la única de las siete maravillas del mundo antiguo que aún perdura. Tras unos momentos de agitación y nerviosismo en la taquilla, porque todos los allí presentes querían conseguir el preciado pase, lo conseguí, conseguí tener la entrada en mis manos. Sabía que aquél era un momento especial y le di gracias al Sol, a Ra, por concederme ese privilegio. Caminé rápido por la meseta sin entretenerme, hasta que llegué a la cara norte. Las piernas me temblaban de la emoción, había llegado el momento tan esperado. Subí por el espacio estrecho de las escaleras que conducen hacia la entrada del califa Al-Mamun que decidió abrirse paso por un pasillo que escavó hasta el centro de la pirámide. Recuerdo que hacía frío y aire y entré sin pensarlo más por el canal ascendente que desemboca en la gran galería.
La Gran Pirámide encierra muchos misterios como ya sabéis, pero no quiero abrumaros con datos que podéis consultar en infinidad de libros. Bien, me adentré por el corredor ascendente y dejé atrás la Cámara de la Reina que según cuentan contenía una efigie del Ka, el alma. En este punto ya me sobraba la cazadora, el jersey, todo…, quizá por el espacio reducido que acaba de atravesar o por el esfuerzo de la subida. Había una condensación de energía brutal, tanto que tuve que parar, respirar y concentrarme en esa luz blanca que utilizo para tranquilizarme, y ante mí, la Gran Galería, majestuosa, imponente, desafiante, con ocho metros y medio de altura y cerca de 47metros de larga, había que pararse y mirar…, pero la fuerza concentrada de ese lugar te empuja a seguir hacia adelante de forma impulsiva.
Ascendí por la Gran Galería como si me lanzaran hacia arriba. Después sin respiro y agachada atravesé el corredor hasta llegar a la Cámara del Rey. Entrar allí, alzarme ante la Cámara del Rey fue entrar en un espacio viviente, latiente, que se expandía, que se contraía, que respiraba. Nunca antes sentí algo tan increíble y único, estaba un tanto aturdida, por un instante me sentí aislada, fue como entrar en un útero, como cuando te adentras en una cueva. Entrar en lo profundo, entrar en una solemne vibración con una carga potentísima del pasado, del presente y del futuro, del cielo y de la tierra unidos, consciente, existente como si se tratara de un ente vivo. Pero antes de sentir todo esto que os cuento, tuve que tranquilizarme, quitarme los miedos que aparecieron de forma muy agresiva, pensaba que mi cuerpo no lo iba a poder soportar, la mente me iba muy acelerada hasta que me apoyé en la pared lateral al fondo a la derecha, cerca del sarcófago y entonces sucedió algo, respiré, me tranquilicé, traspasé el miedo, era como el miedo a morir, y entonces comencé a sentirme liviana, sin peso, sin cargas, sin sudor, sin dolor… Y ahora sí que puede que no me creas por lo que voy a contar, pero así lo viví, las paredes de granito rosa de la cámara del Rey comenzaron a hacerse traslúcidas, comencé a sentir aromas, a ver energías cruzándose por la sala, y aparecieron luces azules como bolas de un considerable tamaño, presencias palpables… y aquí lo dejo, no puedo contarte más… Lo cierto es que muchas personalidades como Napoleón pasaron una noche dentro de la Gran Pirámide en la cámara del Rey, y jamás contaron lo que les sucedió si es que les sucedió algo allí dentro. Iniciados, alquimistas, filósofos, arqueólogos, pasaron por allí, quizá la Gran Pirámide les hizo vislumbrar otro punto de vista, otra forma de cuestionar lo insondable… quién sabe, cada cual que crea o que descrea lo que quiera, pero lo cierto es que la Gran Pirámide sigue causando esa atracción, por su perfecta geometría, por su física, por su construcción, por su correlación cósmica, por su majestuosidad y ante todo, por su magia.
Hoy jueves 26 de diciembre segundo día de Navidad de 2019 tuve una experiencia única.
Luhema
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