Cuando ya no puedo más… La temible ansiedad.
Sé que habrá muchas
personas que estarán sufriendo ansiedad, y más en estos tiempos que corren. La
incertidumbre de no saber lo que va ocurrir genera en las personas más metódicas
mucha angustia. No controlar, no saber por dónde irá, que nos deparará el
futuro, la economía, la educación de los hijos y por si fuera poco la
incertidumbre o la sombra de la enfermedad por causa de la pandemia que estamos
viviendo, y no nos olvidemos, de las
ya existentes dolencias, que es la gota que colma el vaso. Pero voy a intentar
poner un poco de armonía a todo este caos que muchos sufren.
Cuando la sensación
de angustia e incertidumbre pasa de ser por momentos puntuales como; una cita
médica, un examen, una entrevista de trabajo, una situación nueva, y pasa a
formar parte del día a día, de la cotidianidad, es cuando saltan las alarmas.
Hemos llegado a un punto en el que nos sentimos superados…
Cuando uno
experimenta la ansiedad, no valen los consejos, es un monstruo que crece en el
interior de uno y que nos atrapa en una espiral de la que difícilmente podemos escapar,
a no ser que entendamos las causas y que le pongamos freno a nuestra mente, a
nuestros pensamientos repetitivos o tal vez tóxicos. Todo pensamiento cargado
de miedo excesivo y preocupación si se sostiene en el tiempo, provoca
irremediablemente la temible ansiedad.
Hay ciertos rasgos de personalidad que contribuyen a que
suframos de ansiedad. La baja autoestima nos coloca en el punto de mira, los
problemas no afrontados, el temor que se retroalimenta de las inseguridades son
parte de las causas que nos generan esa sobre exposición a la sensibilidad y al
malestar. Por supuesto, no saber poner los límites de respeto y de tolerancia
también, porque no solo las situaciones nos generan estrés, las personas que
nos rodean bien sea familia, amigos, compañeros de trabajo e incluso la pareja,
pueden también provocarla. Las actitudes y comportamientos de otras personas,
la forma en la que se comunican con nosotros, por ejemplo; si tu eres más tranquila
y la persona en cuestión es extrovertida, muy habladora, o no piensa lo que
dice y lo suelta todo sin más… provoca un impacto de personalidades que puede llegar a sobre cargarnos y si no
expresamos nuestro malestar pues, llegamos al agotamiento que también es otra vía
por la que transcurre la ansiedad.
Y ni que decir tiene que la persona que está pasando por cualquier
enfermedad, como diabetes, alzhéimer, cáncer, fibromialgia, covid…, está
sufriendo ansiedad en mayor o menor medida, y es más que normal. Pero saltando este punto, hay datos y
estudios que dicen que hay una proteína encargada de regular la serotonina y,
su mal funcionamiento genera una hiperactivación de la amígdala y por eso la sensación de
alarma, de miedo, de angustia y de inquietud
no se disuade.
Así que lo primero
que debiéramos de entender es, que la ansiedad, forma parte de nosotros y que difícilmente
puede desaparecer del todo. Hay diferentes causas tras esta sensación que la hiperactiva.
Entonces, entendamos las causas, bien sean físicas, mentales, emocionales, de
personalidad, genéticas, y procuremos que ese monstruo no se enfurezca hasta el
punto de que perdamos el control de nuestra vida.
Expresar cómo nos sentimos es una pequeña válvula de escape que nos hará sentir más ligeros y sin tanta carga emocional.
Priorizar en nuestro equilibrio emocional siempre será una buena opción.
Aceptar a cada quien como es.
Respetar, escuchar, es la base para generar armonía equilibradora.
Quiérete y libérate de presiones.
Ten puesta la esperanza en el presente.
©Luhema
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