No amo a mis amigos ni con el corazón ni con la mente. Por si el corazón dejara de latir, o mi mente me fallara y te pudiera olvidar. Los amo con el alma. El alma no deja de ser, tampoco olvida. Rumi. ¿No os parece precioso?...
Un poco de Hermetismo.
Marsilio Ficino, Corpus Hermeticum, primera edición de 1471. Bibliotheca Philosophica Hermetica, Ámsterdam.
El hermetismo es una de las tradiciones más difundidas de todo el esoterismo occidental, pero al mismo tiempo muy mal entendida. Nos podemos encontrar con interpretaciones rigurosas, y hasta propuestas de tinte comercial que desvirtúan esta preciada filosofía hermética. ¿Se ha dicho todo respecto a la sabiduría de Hermes?
Si nos basamos en la historia, el hermetismo es un movimiento filosófico y religioso de raíces alejandrinas, nacido de la cultura helénica de Egipto durante la dominación romana, en los alrededores del siglo II d.C y fue atribuida a la figura de Hermes Trismegisto, quien fusionó a Thot egipcio, con el Hermes griego, por lo que su idealización sobre su antigüedad es puro romanticismo sin base sólida histórica.
El hermetismo nada tiene que ver con la antigua religión egipcia, no obstante, sí que comparte algunos puntos importantes con ella, sin embargo, sus semejanzas con las doctrinas de Platón son mucho mayores.
Eruditos de la talla de Nicholas Goodrick-Clarke, Wouter Hanegraaff o Antoine Faivre, comparten la idea de que el hermetismo surgió como un intento de síntesis del pensamiento greco-egipcio tan fértil como el limo del Nilo.
La propuesta de esta doctrina deslumbra por su belleza. En el Corpus Hermeticum, obra fundamental que contiene 18 tratados filosóficos fundamentales, encontramos la explosión completa del origen, naturaleza y destino del hombre, se nos describe un universo lleno de alma que se asemeja a la gnosis cristiana primitiva.
En el pensamiento hermético, la inteligencia es un principio espiritual que asemeja a los hombres con la divinidad. El hombre que orienta su mente y su corazón hacia el bien, se dirige hacia la luz y la vida, pero el que se apega a las sensaciones del cuerpo se pierde en la grosería de su parte animal, y termina atrapado en las tinieblas de la muerte, transmigrando su alma por distintos cuerpos y formas en un círculo incesante. La metempsicosis le asegura, tras la muerte, una nueva oportunidad de transcender las limitaciones de su caída en la materia, pero quedando condenada a repetir las penurias de los cuatro elementos una vez más.
Los tratados del Corpus Hermeticum parecen haber sido compuestos por diversos autores. Tras la decadencia de la provincia romana en Egipto, los textos se salvaron gracias al ambiente cultural de Bizancio, particularmente al trabajo que realizó Miguel Psellos, un monje, filosofo e historiador adicto al misticismo neoplatónico. Una de las copias bizantinas fue conseguida por Cosme de Medici, siendo traducida al latín por Marsilio Ficino, quien dio el paso para que el hermetismo tuviera influencia en el Renacimiento. Gracias a él pudimos contar de nuevo con los escritos de Hermes Trismegisto en Occidente. Sin embargo, junto a los textos filosófico-religiosos del Corpus, nos encontramos con una literatura hermética de carácter técnico, con instrucciones sobre alquimia, astrología y magia atribuidas al gran Hermes, el ejemplo más famoso es el de la «Tabla Esmeralda», cuya receta para alcanzar la piedra filosofal es de tal reputación que ningún alquimista pudo darse el lujo de ignorarla, hasta Isaac Newton le hizo una traducción.
Se podría hablar mucho más del Corpus y las nociones por ejemplo del «Kybalion» que es el libro más asociado en el ideario con la palabra hermetismo tratando la energía Universal, infinita y eterna. La doctrina hermética es una perla preciosa para quien se adentra en su estudio. Su visión del alma, narrada en el «Poimandres» ha iluminado el camino de filósofos y místicos, traspasando fronteras religiosas y lingüísticas. De Alejandría a Harrán, de Bagdad a Córdoba, pasando por Constantinopla y llegando hasta Florencia ¿Cómo no enamorarse de ella?
Luhema
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