El aroma de los libros… Hoy, cuando entré en mi despacho, encontré que el ambiente olía a flores y almendras, como si allí hubiese estado toda la noche una persona que perfumada de vainilla y mil flores dejó su rastro. Pero también se dibujó en mi mente la fascinación envolvente de la lectura, y es que, no sé si sabíais que los libros despiden un aroma particular. Seguro que si eres amante de ellos te gusta el olor a imprenta que desprenden cuando recién los hojeas. No obstante, son los libros con solera, los más antiguos, los que liberan moléculas aromáticas como el benzaldehído que su esencia se asemeja a las almendras y la vainillina que huele a vainilla. El etilbenceno y el touleno, que le dan un toque dulce, o el 2-etil hexanol de aroma ligeramente floral. Si las páginas de un libro son de algodón o de lino, el aroma surge del furfural que también huele a almendras dulces. Es a habitual ver en librerías antiguas libros cuyas hojas están amarillentas, esto es debido al paso d...
El tiempo de cada día.
Hace un tiempo que no escribo ningún artículo ya que estoy trabajando en un nuevo proyecto que requiere de toda mi atención, pero no quería pasar por alto un tema que afecta a muchas personas, sobre todo a mujeres que tienen una alta sensibilidad como yo.
Quiero hablaros de ese tiempo a diario de soledad que muchas de nosotras necesitamos. Porque sí, es cierto que precisamos más que otras personas de esos momentos a solas, aunque sea por breve tiempo, ya que es vital para nuestra reconexión, nuestra habilidad para sanar el alma.
Ese tiempo de soledad, aunque sea para pensar y digerir todo aquello que nos ha sucedido durante la jornada es fundamental para sentirse bien.
Es lógico encontrar resistencia en los demás cuando requerimos de ese tiempo para nuestro respiro, pues las personas con las que convivimos igual no tienen esa necesidad y ven en «ese pedir espacio» una bobada, una pérdida de tiempo, un no querer compartir, un evadirse de la realidad o quizá incluso ven una enfermedad.
Recuerda que tenemos derecho a reclamarnos a nosotras mismas ese tiempo para no sobre estimularnos, para no aumentar el estrés. Ese tiempo lo necesitamos para vaciarnos de tantos estímulos externos que sobreexcitan a nuestra energía y que nos agotan en demasía.
Explica a los que te rodean que las prisas o la impaciencia exacerban tu activación fisiológica y que eso no será de ayuda para tu bienestar.
Expón que tú percibes las cosas más sutiles y que altos niveles de ruido, de gente, de lugares abarrotados, o de niños hiperactivos te dejan exhausta.
Que por tu sensibilidad las cosas te afectan más; los gestos, el trato con otras personas, los problemas o exigencias laborales, los cambios de conducta y las emociones de los demás te descolocan. Y si encima eres perfeccionista, tienes un problema mayor, pues la autoexigencia te lleva a la ansiedad y por lo tanto vemos de frente todos los puntos a los que nos lleva esa sombra que comienza en ansiedad y termina en depresión y por consiguiente a los fármacos.
Yo, cada día, intento hacer mi propio retiro, primero para conocerme a mí misma, para reflexionar más sobre mis propios pensamientos y sentimientos, para quererme y para perdonarme, para entrar en mi espacio sagrado y allí recomponerme y sentirme aliviada, muchas veces estoy en pleno silencio, otras escribo o pinto, otras escucho música unas veces rock, otras, música sufí, y bailo y me río… Me encanta esa «locura», que «lo cura» todo.
Así que no eres rara por necesitar de ese tiempo, tampoco eres especial, ser sensible tienes sus ventajas y sus inconvenientes. Conócete solo se trata de eso.
Aprendiendo a vivir.
Luhema
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